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domingo, 26 de enero de 2014

La desfachatez de los presidentes de clubes de fútbol españoles es supina

Los aficionados deberían pedir responsabilidades a los dirigentes que engañan a sus socios (Rosell y Florentino), que culpan a otros de sus errores (Salvo), que llevan a la ruina a sus clubes (Lendoiro y Lopera) y, sobre todo, sacarles los colores públicamente a todos los que han tenido la desvergüenza de pedir el indulto para Del Nido


Fuente: number1sport.es
Lo de los presidentes de los clubes de fútbol españoles no tiene nombre. O sí: su desfachatez es supina. Forman una calaña que se cree por encima del bien y del mal. Las leyes, las normas y la ética no son para ellos. Se creen que pueden hacer lo que quieran, sin tener que dar cuentas a nadie. Como se sienten la representación máxima de un sentimiento, se refugian en este noble objetivo para campar a sus anchas y actuar de forma déspota y vergonzosa, porque quieren hacer ver que ir contra ellos es atacar a unos colores que supuestamente defienden. Y esta aura de impunidad en la que se manejan es, en gran parte, culpa de los aficionados, que se muestran permisivos con los continuos desmanes de estos prepotentes madamases, a los que se les exculpa porque, si perjudican al rival, todo vale. Y no tiene que ser así. Al contrario, debería exigírseles ser ejemplos impolutos de honradez y entrega inteligente, y en caso de no ejercer como tal, se les debería reclamar el máximo de responsabilidades. Más o menos, lo mismo que la ciudadanía de este país debería solicitar a sus políticos, y que, de momento, está muy lejos de ser una realidad. Estos últimos ya están desprestigiados, mientras que los regidores del balompié hispano todavía disfrutan de un prestigio totalmente inmerecido.

martes, 21 de enero de 2014

El Balón de Oro está desacreditado por los que más lo defienden

La política oscurantista de la FIFA y la hipocresía de los aspirantes ha provocado que este otrora prestigioso premio esté siempre bajo sospecha de tongo y solo mantenga cierto interés comercial


Fuente: blogmundodeportivo.com
Cristiano Ronaldo se ha llevado el Balón de Oro 2013. ¿Quiero esto decir que es el mejor jugador del mundo? El año pasado puede que sí, pues sus números son incuestionables: 69 goles en 58 partidos. Pero este galardón no va a hacer cambiar a nadie de opinión: la gran mayoría de madridistas seguirán pensando que es el número uno, mientras que la totalidad de barcelonistas tienen claro que Leonel Messi está en lo alto de la pirámide. Y al resto de aficionados: les da igual. Y esto obedece principalmente a que el oscurantismo de la FIFA, organización que entrega este premio, ha devaluado este laurel enormemente, pues las acusaciones de existencia de tongo se producen una año sí, y al otro, también, dando igual quien se lo lleve. Y no será que hoy en día no existen mil y una maneras de llevar a cabo una votación libre y limpia de sospechas. Pero al máximo órgano del fútbol mundial le traer al pairo que le acusen de ser una banda de mafiosos que solo se rigen por los grandes beneficios económicos que le producen este tipo de actos. Si a esto se le une el rédito que obtienen los medios de comunicación al abonar la polémica y, sobre todo, el deseo de los patrocinadores de los jugadores que optan a este laurel para vender mejor su productos, se puede entender a quién cautiva este tipo de acontecimientos.

miércoles, 8 de enero de 2014

El Madrid debería sancionar a Di María por desconsideración con el público que le paga

El arrepentimiento del jugador argentino no tendría que impedir el castigo por tocarse los testículos cuando la afición le abucheaba; su vergonzosa actitud contrasta con la de los modestos jugadores del Betis, que aguantaron estoicamente en el medio del campo la monumental bronca de sus seguidores 



Minuto 64 del partido de Liga que el Real Madrid disputa contra el Celta en el Estadio Santiago Bernabéu: el entrenador blanco, Carlo Ancelotti, ordena el cambio de Gareth Bale por Di María. El extremo argentino, cariacontecido, abandona el campo con una amarga sonrisa, y tras intercambiar un saludo con su compañero galés, se pone la mano derecha sobre los testículos en un claro y grosero signo de ofensa a la grada, que le estaba despidiendo con numerosos silbidos y escasos aplausos. Esta evidente desconsideración del extremo blanco hacia sus seguidores debe tener como respuesta una sanción por parte del club de la Castellana, que no puede permitir a ningún miembro de su plantel tal desprecio a los aficionados, que no solo hacen un mayúsculo esfuerzo por pagar las cuotas de socio y abonado o  las costosas entradas para que sus jugadores cobren elevadísimas nóminas, sino que en la gran mayoría de partidos les animan y apoyan para que realicen su trabajo en las mejores condiciones anímicas posibles. Y este creído profesional del balón, sintiéndose por encima de la razón de ser del madridismo, sus aficionados, se permite el lujo de humillarlos por el simple hecho de que una considerable parte de los fans blancos expresaban con silbidos su desagrado por la falta de ganas y acierto que la estrella madridista había ofrecido no solo ese día, sino también durante las últimas jornadas.